Siempre me gustó el número ocho.
Ocho era el número favorito de mi abuela,
me gustó el libro El ocho,
Ocho suena a infinito.
Y la mujer,
tiene forma de ocho.
El día ocho me expatrían,
toca refugio en esta tierra,
este mar y cielo,
debe ocupar el pensamiento,
y llenar la estancia.
Algo temporal.
Sin joyas ni maquillaje,
tengo que entrar.
Recién duchada,
lo más aséptica posible,
y que vaya acompañada.
Menos mal de mis tres hermanos...
menos mal!
gracias a dios
no me dejan sóla,
en este lugar.
Cuando éramos pequeños,
era la protegida.
Sensible e indefensa,
inexperta en la vida.
El mayor,
siempre más distante.
Con alma de artista,
escondida por verguenza.
Temor,
a que no apreciaramos,
su grandeza..
El mediano,
buen carácter.
Lo quería tanto,
que para mí era mi novio.
Mi alma gemela.
El pequeño,
al principio discípulo,
pero luego al crecer,
nos dió lección de carácter.
Simpre de buen humor,
y valiente,
y responsable.
Cuánto echo de menos,
nuestros tiempos felices.
Las charlas en el balcón,
las risas de chistes,
y las ganas de vivir,
por cada rincón.
Yo,
siempre rebelde,
me fuí,
y respetaron,
aunque nunca aprobaron,
mi huída.
Y qué ironía el tiempo!
que les dió la razón.
Sigo siendo la más inexperta,
y ellos,
potente voz.
Me arropan tantas veces..
qué importantes son para mí.
Tres príncipes y una princesa,
los reyes forjaron,
4 soles en su jardín.
4 soles,
que por dos,
también son ocho.














