Mi garganta,
me duele.
Se inflama,
estrangula todas las palabras,
y por la boca,
mueren.
Mi cabeza,
me duele.
Laten mis sienes,
presión en mi cráneo.
Los pensamientos se aplastan,
y en las sinopsis,
mueren.
Mis ojos,
me duelen.
Presión ocular.
Las imagenes entran,
y antes de verlas,
mueren.
Mi corazón,
me duele.
Aprensión muscular.
La sangre entra y sale,
oscurece,
y muere.
Y para todo este dolor,
sólo hay un bálsamo de rescate.
Que quiere que destapone el frasco,
que quiere que beba su pócima,
que quiere que le ponga mi nombre.
Y yo,
dolorida,
me tienta beberlo.
Pero no encuentro el prospecto.
Y me niego a tomarlo,
una y otra vez,
sin conocer sus efectos.

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