Es brutal,
es bestial,
es
el instinto animal.
Mis vientos arrancan las espurnas del mar.
Con ellas pinto el cielo,
las mezclo con las nubes,
y bromeo con el sol,
que siempre juega a quemarse,
pero que luego
nunca arde.
Los aires,
arremolinados de vez en cuando,
tienen miedo.
Hacen ojo de huracán,
y temen que la manga,
enganche al mar ártico.
Que condense el aire,
que convierta al gas,
en sólida tierra para fundir,
en su glacial.
Y si el aire llora.
Y si sus lágrimas,
quedan atrapadas,
en cada cristal.
El ojo del huracán,
enamorado del ártico.
El instinto marca,
y la congelación se acerca.
La casa oscurece,
de las esquinas,
aparecen telarañas,
el arcoiris se va,
dejando un rastro de negro y gris,
mezclado con agua de mar.
El aire,
haciendo tormenta.
Y la casa,
hace abrazo fuerte,
y detiene,
cada embiste
de la tempestad.
Y el glacial se acerca.
Y engancha al aire.
Que se solidifica con el frío,
y el invierno aprovecha,
y lo agarra por el cuello.
Lo obliga a mirarle,
es el único sitio,
donde el glacial,
arde.
Y aprieta fuerte,
y rompe la masa en millones de cristales.
Todo convertido en polvo,
que se sacude,
y pisa al marcharse.
Y yo me pregunto, que qué será mejor en la vida,
seguir el instinto animal
o ser menos animalista,
pero con más paz.

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