martes, 13 de octubre de 2015
Martes y trece
Mala suerte es que llueva cuando sales de la peluquería.
Mala suerte, es ir a la biblioteca por la mañana justo el día en que cierra.
Mala suerte, es prepararte la comida a las tantas de la noche para el día siguiente,
y que luego tengas que quedarte en el trabajo a comer cualquier porquería.
Mala suerte es conocerte,
mala suerte fue responder a tu mensaje,
mala suerte fue verte,
y mala suerte es amarte.
Infortunio de mi camino.
Mala suerte fue no quererme antes.
Mala suerte fue no respetarme.
Mala suerte fue no haberte dejado atrás.
Mala suerte, no echarte a la primera.
Mala suerte, aceptar tu harén.
Mala suerte, que fueras tan perfecto.
Mala suerte, que me poseyeras.
Y si a toda esta mala suerte, le añadimos un poco de melancolía y una pizca de desamor, a la catástrofe que surge le puedo poner un poco de pimienta para que piquen los ojos y se irriten mis fosas nasales.
El virus de la desesperación va reproduciendose y unas manos, que no sé de dónde han salido, aprietan mi estómago.
No serán tus manos verdad?
Mala suerte sería.
Y escupo toda la rabia de mocos, y sueno toda la verdad en el pañuelo. Y toso todas las caladas de tus escasos besos. Y vomito todo el alma, una vez más, en todo y de todas las maneras posibles que puedo o se me ocurren.
Mala suerte, contagiarse.
Mala suerte, que te reproducieras.
Mala suerte, que fueras tóxico.
Mala suerte, que también tengas mala suerte.
Y mala suerte, de este suicidio compartido.
Es fácil matar, lo que hay que tener es cojones, y afrontar el camino. Con espinas o rosas, con buena suerte o mala suerte,
contigo....
o creeme,
que cojones me bastan,
para que también sea sin ti.
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