viernes, 27 de mayo de 2016
Lo que el viento se lleva
Una de cal y una de arena. Acabo de llegar del ayuntamiento de solicitar las ayudas, y me ha dado vergüenza. No sé por qué. La emoción me ha cogido por sorpresa, por la espalda, y de imprevisto. Me han tramitado el carnet de familia
monoparental, y por lo visto, vamos a tener un montón de descuentos.
Pero estoy triste. Es la primera vez que voy a pedir este tipo de ayudas. Y no puedo evitar acordarme del hijo de p de mi ex, feliz y ajeno a todos estos problemas. Gracias a dios, soy europea. Al otro lado del mar me habría repudiado a mí y a los niños y ves a saber lo que hubiera sido de nosotros.
La abogada jurídica de mujeres del ayuntamiento dice que vamos a hacer todo lo que podamos. Y me sigue dando vergüenza que me ayude. Tengo que coger el orgullo, masticarlo bien fuerte, hacer una pelota bien gorda y tragármela enterita. Por mis hijos lo que sea.
Para evadirme un poco, pienso que mi vida es como un videojuego. Soy un superguerrero que voy luchando y pasando de niveles. Y hoy, en que el día es negro, imagino que ya sólo me queda enfrentarme al malo malísimo del final para ganar la partida. El último gran esfuerzo y la bandera de mi pequeña familia ondeará con fuerza en esta casa.
Realmente me viene muy bien escribir como terapia. También sueño con reírme de todo esto algún día. Cuando sea viejecita. Y contar las batallitas a mis nietos.
Quiero pensar, que si pasan muchas cosas malas, es porque algo buenísimo está por suceder. Y sé que no es así, pero necesito creerlo. Me mantiene.
No queda otra que enjuagar a este saco de lágrimas, mirar al frente y caminar. Y gritar al viento, para que se lo lleve, que juro por dios que nunca más volveré a pasar hambre.
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