martes, 14 de marzo de 2017

La gateta y yo


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Mañana por la noche saco a la gateta a pasear. Se deslizará por el balcón y mirará la luna. Hacía tiempo que no salía. Y la echaba de menos.
Suele ser un momento especial para las dos. Viene a mi regazo a algunas veces. La acaricio, otras. Ronronea si le place. Viene y va, se enfila por la baranda. Le gusta sentir el vértigo. A veces nos da mareo, pero es ágil y fuerte, y no cae. Le gusta el paseo por la brisa nocturna, dejándose acariciar.
Soy afortunada de tenerla. Cuando dejo que se funda conmigo, cuando abro el torso para abrigarla, me siento orgullosa. Algo así como feliz. O algo así como intocable.
Doy gracias por estos momentos. Doy gracias por salir del agujero. Por ser valiente, aún habiendo sido fácil porque era el único camino posible a seguir. Gracias a mí, por dejarla existir y darme una oportunidad de nuevo.
Qué puedo decir de la gateta y yo. Que somos una. Que la llevo dentro. Que le gusta pasear por la baranda y darme vértigo. Que gracias a ella he trepado un pozo. Que con sus vidas he curado la mía. Qué decir de la gateta, si es que me encanta cuando sale a pasear jugando al mareo. El tiempo se relentiza. Los sentidos se agudizan. Y parece que entienda en ese momento de qué leches está hecho el universo entero.
La gateta es mi gran secreto. Y aunque a veces nos enfrentemos, casi siempre me caza y me coloca en el tejado mirando el tiempo. Un tiempo que se relantiza. Y con un mareo que firma el acuerdo.

La gateta y yo.

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