Voces y más voces.
Escucho todas las voces, todas las historias, todos los relatos empiezan a hablar. Vienen cuando ya estoy dormida y me cuentan y me hablan. Una voz tras otra narran su historia. A veces se solapan un poco el final con el principio de otra. Voces y más voces. Subiendo el tono, como un bullicio, hasta que me despiertan y las escucho en vivo. Voces y más voces. Y me empapo de todo su sufrimiento y su dolor. Maldita sea la pena mía de ser una maldita esponja del dolor ajeno.
Pero las voces no callan, voces y más voces.
Esta mañana me he dado una pausa. Me he levantado con energía y he estado la mar de feliz como estoy desde que realmente me quise. Entiendo que mi marido no me entendiera. Entiendo que casi todo el mundo no me entienda. Lo asumo y lo acepto. Todo el mundo no tiene la capacidad que tengo. Tú sí. Diablo. Fue tanto el entendimiento de nuestros cerebros que desarrollamos telepatía. Un asombro para ambos esta brujería. Y eso que no estabas al 100 por cien de ti.
Y ahora escucho más y he amplificado la señal. Y escucho voces, y más voces.
Me las muestran, y yo las escucho en mi cabeza.
Entronada en una gran sonrisa, juzgo, condeno y apelo, las circunstancias que me rodean. El amor por mí misma es tan alto, que cualquier cosa que me haga el más mínimo daño me causa una repulsión automática que ya es imposible tragar. Lo escupo. Y dejo que se pudra en el suelo.
Tan fuerte, como una emperadora, pero que al cerrar los ojos escucha voces y siente en sueños. Como una diosa.
Y en el silencio... voces, y más sueños.
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