Desperté con cuerpo felino.
Mis uñas,
estaban cortadas.
Me estiré a lo largo de mi columna vertebral,
y lamí lentamente mis ojos legañosos.
Me hubiera encendido un cigarro en el balcón,
pero desperté gata, y ya no fumaba.
Así que me enfilé por la barandilla.
Sentir el vertigo de tan buena mañana
superó con creces la abstinencia a la nicotina.
El sol, aún era flojo,
y la bruma lo medio tapaba.
Aún así, notaba el calor en mis bigotes,
me estiré otra vez en la baranda.
Después de la muerte, me sentía viva.
El aire fresco entraba en mis pulmones,
el sol me sonreía con una gran sonrisa.
Miraba al horizonte y el futuro me llamaba,
animándome a dar el salto,
tentándome la piel,
salvaje.
Sólo los moribundos
entienden la belleza de un amanecer.
Siete vidas tiene un gato.
Pienso quemar la cuarta.

No hay comentarios:
Publicar un comentario