
Me encuentro en plena operación limpieza. Estoy sacando a personas tóxicas de los armarios y tirándolos a la basura. A la gente mentirosa la estoy ahogando con agua por el fregadero. A los envidiosos y criticones los sacudo por el balcón. Y a toda la gente oscura y negra que impregnan de mierda todas las vivencias viscerales, les echo lejía y se funden rápido.
No me interesan en absoluto, para nada. Cada vez estoy más sola, es cierto. O al menos esa sensación es la que tengo a priori. Pero sé que no es así. Si reflexiono, me doy cuenta que es precisamente ahora cuando más acompañada estoy. Quizás no es en cantidad. Pero sí en calidad. Voy sobrada. Y me siento feliz.
Los que me quieren, están. Y no tengo que obligarlos, ni me hace falta competir, ni me hacen sentir que compito con otra gente. Están porque me quieren y les gusta como soy. Y es así de sencillo. No hay más historia que ésta.
Y los demás, pues que sigan su camino pero lejos del mío. Porque no sólo no me quieren, si no que son retales humanos que arrastran un montón de problemas emocionales, que focalizan en mí, como podría ser en otra víctima, todas sus miserias humanas.
No
me
interesan.
Estoy contenta. Estoy feliz. Tengo a mi lado gente que me quiere, y que me quiere bien. Y estoy orgullosa de mí, de esta limpieza.
Todo esto, me hace coger más confianza en mí, creer en mí, y sentirme mucho más valorada por mí misma. Me hace sentir fuerte. Y me gusta. Me gusto yo, me gusta mi vida, me gustan las cosas que me gustan, me gusta ser yo y no me cambiaría por nadie de este planeta. Y lo que más alegra a mi corazón, es encontrar a personas que sienten lo mismo, y que me dan su amor, simplemente porque creen en mí. Mi vida, mi amor, resplandece en un millón de soles. Y algunas lágrimas se escapan, y lloro, pero esta vez es de emción positiva. Son lágrimas de alegría del resplandor de un millón de soles.
Gracias señor, porque después de tantas noches suplicando, pidiendo ser feliz, me los has regalado. Gracias.
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