
Han florecido las plantas. No sé qué ha pasado porque no les he hecho nada. Después de dos años mediomoribundas, esta semana me he fijado en que están echando brotes nuevos. Primero me he dado cuenta con la de la cocina. Luego he salido a limpiar al balcón y me he fijado en que la palmerita tenía tres brotes nuevos justo en el centro, rodeados de hojas muertas. Me han sorprendido gratamente, tanto, que me he animado y las he regado a todas. No me canso de mirar las hojas nuevas, con un verde aún tan brilante e inmaduro. No sé qué ha pasado. De echo, después del invierno dejé de cuidarlas y las dí por muertas. Supongo que me han escuchado hablar, y se han puesto contentas al oírme de nuevo.
Mi vida florece, y yo, me siento tan pequeña en este balcón. A menudo pienso en la gran cantidad de mujeres que hay mejores que yo. No soy ninguna princesa. Veo mujeres guapas, voluptuosas, listas... soy tan poca cosa al lado de cualquiera. Pienso, en porqué alguien se fijaría en mí entre tanto paisaje bonito y variopinto. Y sin embargo, siempre hay quien lo hace, y me mira dentro. Mi vida no es fácil. Yo, no soy fácil. Y la gata tiene cojones. Sin embargo, hay almas que se cuelan dentro y hacen que brille la mía, puliendo los cantos.
Entre tanta hoja muerta, plasmo los momentos. Me encanta hacerlo, y he descubierto cierta impulsividad en mí que me encanta. No quiero callarme nada. Ya no. Nunca más. He nacido con una garganta, y una lengua, o varias, para hablar. No tengo nada que esconder. Y no tengo nada que perder. Me niego a encorsetamientos, normas sociales, y a ser esclava de mis miedos. Ya no.
Es el miedo a estar sola, mi tumba. Porque es lo que ha echo que me rodeara de gente no tan buena, impostores, aprovechantes varios y algún que otro muerto. Es mi talón de aquiles, y contra lo que llevo unos años luchando. Aún hoy, sufro algún arrebato repentino. Tengo paciencia, y pienso que pasará. Porque al final todo pasa siempre. Lo bueno y lo malo. Y así es, que pasa, y al día siguiente estoy perfecta. Ver que lo consigo, me hace coger confianza en mí misma, y a menudo sentirme orgullosa de mí. Poco a poco, me digo. Hay que retomar riendas, olvidar culpas, asumir golpes, y mirar hacia todo lo que aún le queda por traer al futuro. Mis ojos se limitan a días, a la semana como mucho. Hacer planes de aquí a un mes, me parece absurdo.
Esta noche veo a los vecinos asomándose a los balcones. Realmente hace mucha calor dentro de los pisos. Veo sus vidas ordinarias. Me resulta todo muy ordinario. Pienso en que hace 6 años mi vida también era así. No quería eso. Nunca quise eso. Y lo entiendo ahora, con 35 tacos. Soy tan diferente a ellos. Soy tan diferente al mundo. Y ahora lo sé. Y por fin me reconozco, y me acepto. El patito feo del barrio. La oveja negra de la familia. La esposa volada del matrimonio. Y la madre del club de las malasmadres. Y todos los vecinos salen al balcón, y mi vida les insulta. A menudo padezco las envidias de sus vidas atrapadas.
"Has estimat molt bé, però la vida... quanta mort a dut" Tenía fe cuando comencé. Demasiado protegida siempre. No soy nadie para cambiar el mundo. Realmente, me siento nadie al lado de mucha gente. Pero mi diferencia cambia el mundo. Y lo hago sin querer, sin darme cuenta. Hablo, hago, callo. Sin propósitos escondidos, sin dobleces, sin pensar cambiar nada... pero lo cambio sin pretenderlo. Y me doy cuenta de que tengo más poder del que pienso. Soy líder. Mi jefe lo llamaba carisma. Y yo lo llamo madurez.
No sé si seré o no una madura sexy, ni inteligente, pero lo que está claro es que al menos viva, sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario